Una vez alguien me dijo que, un libro que aún no has leído, es un libro en blanco para ti. Esta novela llegó a mis manos por casualidad y no quise perder la oportunidad de descubrir lo que contenía.
Nora Roberts comienza la historia hablándonos de un tiroteo en un centro comercial de Estados Unidos. Años después, Reed, uno de los supervivientes, se ha convertido en policía. Por su parte, Simone, la chica que se escondió e hizo la primera llamada a emergencias, prefiere mirar hacia otro lado y fingir ante sí misma que ya ha superado la tragedia. Nuestros protagonistas se verán envueltos en más de una situación extrema tanto en el aspecto personal de sus vidas como en el profesional cuando se den cuenta de que la pesadilla no ha terminado.
En mi opinión, los puntos fuertes de este libro son cuatro: la idea inicial sobre la que ha trabajado la autora, Reed Quartermaine, la historia de amor y el desenlace. Incluso la antagonista podría también mencionarse entre ellos si un personaje así no estuviera ya demasiado trillado. No hacía falta nada más. Sin embargo, personalmente creo que una narración demasiado lenta y un exceso de palabras vacías, además de un referente femenino con el que no creo que muchas de nosotras nos sintamos identificadas, son el talón de Aquiles de esta obra. Es decir, existe un punto determinado en el libro en que el lector debe tomar una decisión: continuar leyendo en diagonal o abandonar definitivamente. En otras palabras, con unas 100 páginas menos el libro habría sido una absoluta maravilla. Por supuesto, no puedo dejar de mencionar una vez más que no entiendo a qué viene el hecho de incluir abuelas en la novela romántica que no aportan absolutamente nada a la trama.
Como conclusión, y en general, este libro resulta muy recomendable, de esos en los que no puedes dejar de pensar durante tu rutina diaria. Además, denuncia una polémica lacra social que está a la orden del día en América. Si decides darle una oportunidad, lo terminarás de madrugada porque, una vez te sumerjas en las últimas páginas, no serás capaz de soltarlo.
Marta Marín