Érase una vez un bosque mágico donde vivían un grupo de hadas en armonía. Todas salían en parejas a buscar comida para hacer un gran banquete al anochecer, donde podían comer todas juntas. Un día, observaron a un lobo merodeando el árbol donde habitaban. Salieron con rapidez para defender su territorio de la amenaza del lobo solitario. Comenzaron a lanzarle ramas, trozos de tronco, todo lo que había por allí.
– ¿Por qué hacéis esto?, ¡yo no estoy haciendo nada¡, comentó el lobo.
– Porque eres diferente a nosotros, y solo aceptamos a hadas, comentó una de ellas en voz alta.
– ¡Pero si yo solo busco compañía, estoy muy solo! y quiero estar con más personas. No me gusta la soledad, comentaba el lobo triste mientras se daba la vuelta y se alejaba con la cabeza agachada.
Las hadas al ver que el lobo se alejaba de allí, siguieron su vida tal y como lo estaban haciendo hasta entonces. Buscaban comida por la mañana, por la tarde jugaban, cantaban, reían y por la noche, hacían una especie de fiesta donde se reunían para comer y celebrar que estaban todas juntas. Así lo hacían día tras día sin cambiar nada de su rutina.
El lobo rechazado se fue muy triste a su cueva lejos de las hadas. Su corazón estaba destrozado al ver que nadie lo aceptaba, solo por ser diferente a ellas. El siguió su vida como siempre, pero ese rechazo cada vez le llegaba más adentro de su corazón y le estaba haciendo daño cada vez más.
Un día el lobo se levantó por la mañana con una sola idea y era la de intentar ser aceptado por las hadas. Así que volvió al lugar donde se encontraban. Una vez allí, les dejó en el suelo comida suficiente para varios meses. Estas, al ver al lobo cerca de ellas se agruparon todas y lo volvieron a echar de nuevo, diciéndole que no querían estar con alguien que fuera diferente a ellas, sin tener en cuenta las buenas intenciones que el lobo tenia. Las hadas nunca pensaron si el lobo era un ser bueno, simpático o agradable, solo por ser diferente no lo aceptaban. El lobo de nuevo rechazado, se dio la vuelta y se fue de allí, pensando que sería la última vez que lo iban a rechazar.
A la mañana siguiente, el lobo se levantó de su cueva y salió de caza. Pero no de caza para comer, sino para cazar hadas. El lobo corrió y corrió hasta un escondite cerca del lugar donde siempre las hadas iban a buscar bayas (fruto carnoso). Una de las hadas al agacharse, no pudo ver al lobo que de un salto la atrapó y la guardó en un saco. Una vez que la atrapó se la llevó a su cueva, la saco y la guardó en un bote de cristal.
– ¿Qué vas a hacer conmigo?, ¿Me vas a comer?, decía el Hada.
-Ahora mismo te lo voy a contar: primero te voy a quitar el polvo de tus pequeñas alitas y luego te soltaré, dijo el lobo muy serio.
– ¿Por qué vas a hacer eso?, preguntaba el hada.
– Porque quiero que seas diferente a tus amigas. Al quitarte el polvo de tus alitas, ya nunca vas a poder volar. Así podrás sentir el rechazo que yo siento, decía el lobo entristecido.
-Mis amigas no me van a rechazar, ya que, aunque consigas quitarme el polvo de mis alitas, sigo siendo una de ellas, comentaba el Hada.
– Es cierto amiga mía, afirmaba el lobo, sin embargo, al no poder volar, no podrás hacer lo mismo que ellas y por lo tanto, te verán diferente y luego llegará el rechazo, ya que ustedes no veis el interior, sino que solo miráis la apariencia. Pero tranquila, que pronto sabrás lo que va a suceder.
El lobo siguió varios días de caza, trayendo hadas en el saco a la cueva. Le quitaba el polvillo de sus alas, guardándolas en botes de cristal, muy bien ordenadas, con el nombre de cada una de ellas.
Una vez que tenía varias hadas capturadas, el lobo cogió el polvo de una de ellas y se lo hecho por encima. El polvo, al ser mágico, hizo que se convirtiera exactamente en el hada que había capturado.
– ¡Qué bien me siento!, decía el lobo con felicidad.
– ¿Qué vas a hacer ahora?, preguntaba el hada sin ninguna luz resplandeciente al no tener ya polvillos en el ala.
-Ahora me voy a la aldea a disfrutar de la compañía de vuestras compañeras, comentaba el Lobo muy feliz mientras salía por la puerta.
El lobo se dirigió a la aldea de las hadas volando con sus alitas. Una vez allí, hablo y se relacionó con las demás criaturas que se encontraban de celebración en el banquete de la noche. El lobo no se lo podía creer. Estaba feliz por una vez en la vida. Las horas pasaban y allí seguía el lobo transformado en hada riéndose, comiendo, siendo uno más.
A las pocas horas de la noche, el lobo empezó a encontrarse mal y partes de su cuerpo volvieron a la normalidad. Las piernecitas de hadas desparecieron y volvieron a convertirse en patas gigantescas de lobo. Las hadas, que se asustaron muchísimo, se levantaron de la mesa y agrupadas volvieron a echar de allí.
– ¡Fuera de aquí lobo!, y no vuelvas más, decía una de las hadas escondiéndose.
-Pero, si soy igual que vosotras, decía el lobo.
-Mentiroso, te has disfrazado de hada para engañarnos, dijo una de ellas un poco triste.
El lobo salió corriendo dirigiéndose a su cabaña llorando y cabizbajo. Llegó a la cueva y se tiró en su almohada para seguir llorando por lo que le había pasado. Las hadas que estaban capturas en su casa le preguntaron:
– ¿Qué te ocurre lobo?, ¿no has podido disfrutar del banquete?, decía una de ellas burlándose.
-Me he vuelto a transformar en lobo de nuevo, dijo éste muy triste.
– ¿Te vieron de nuevo con la forma de lobo?, preguntó otra con mucha curiosidad.
– ¡Si!, se levantaron todas y me volvieron a echar de allí por ser diferente, comentó el lobo angustiado.
Pasaron varios días. El lobo le daba de comer a las hadas, jugaba con ellas y conversaba. Ahora no se sentía solo, estaba acompañado por tres personitas que lo hacían sentir uno más. En uno de esos días, el lobo decidió liberarlas, ya que su felicidad había mejorado muchísimo y no veía justo retenerlas más tiempo. Así ocurrió, las sacó del tarro de cristal y las dejó en el suelo.
– ¡Sois libres amigas mías! Me habéis ayudado mucho. Espero que algún día, no muy lejano, podáis aceptarme, decía el lobo con mucha esperanza.
-Muchas gracias por liberarnos, dijo una de ellas.
-Tengo que decirte una cosa: te has portado muy bien con nosotras desde que llegamos a tu casa. Nunca nos has tratado mal y siempre has querido que estuviéramos a salvo y bien alimentadas, además de estar hablando continuamente contigo. Todo esto ha hecho que te conociéramos como eres en realidad y no por tu físico. Hemos podido ver tu interior, que es maravilloso, dijo la tercera hada.
-Muchas gracias amigas mías y de nuevo me gustaría pediros perdón por atraparos. Así que, a partir de ahora, sois libres. Podéis iros, comentó el lobo muy feliz.
Las tres hadas se fueron corriendo de la cueva dirección a su aldea. Una vez que llegaron allí, todas se agruparon para ver que sus tres amigas desaparecidas habían regresado a salvo.
– ¿Qué os ha pasado?, ¿Dónde estabais amigas?, preguntaban muchas hadas de la colonia.
-Nos había capturado el lobo, respondió una de ellas.
– ¿El lobo?,¿os ha hecho algo?, ¿estáis bien?, preguntaban sin parar.
-Os lo dije, sabía que no era de fiar, comentó otra.
– ¡No, no!, estáis completamente confundidas. El lobo nos capturó para darnos una lección.
-Yo soy Eyra, un hada como vosotras, pero ahora no puedo volar.
– ¿No puedes volar?, ¿Qué te ha ocurrido?, preguntaron rápidamente las demás.
-El lobo me quitó el polvillo de las alas para intentar convertirse en una de nosotras. Pero por lo que comentó, al final lo descubristeis.
¡Si!, fui yo la que me di cuenta de que se estaba transformando de nuevo en lobo. Avisé a las demás y lo volvimos a echar, comentaba furiosa una de ellas.
-Pues quiero que sepáis que el lobo solo quería estar acompañado. No quería estar solo, ya que la soledad le hace daño en su corazón y solo quiere sentirse querido por los demás, comento Eyra.
-Pero ¿el lobo os capturó?, se escuchó una voz entre ellas.
– ¡Si!, llevas mucha razón, pero nunca nos hizo daño y siempre hemos estado a salvo con él. Solo quería compañía. Nos dio de comer, jugamos, cantamos y reímos. Pudimos conocer sus sentimientos, explicó Eyra.
Mientras seguíamos hablando, el lobo apareció de la nada, sin darnos cuenta ninguna.
– ¡Cuidado el lobo!, gritaba una de ellas.
– ¡No!, por favor, no vengo a haceros ningún daño, comentó el lobo con la cabeza agachada.
Las hadas se colocaron en posición para atacar y echarlo de allí. Eyra y las otras dos hadas que fueron capturadas, salieron corriendo, ya que no podían volar y se colocaron entre el lobo y su colonia.
– ¿Qué hacéis ahí en medio?, decía una de las hadas sorprendida.
-Eyra emocionada dijo: Nosotras somos una comunidad de hadas que amamos la honestidad, el amor y la felicidad, siempre acompañada de la verdad. Nosotras tres somos hadas, pero no podemos volar y ¿eso que significa?, ¿Qué somos diferentes a vosotras?
-Vosotras sois hadas como nosotras, decía una de ellas.
– ¡Sí!, somos hadas, pero diferentes a vosotras ya que no podemos volar. Al fin y al cabo, la diferencia se ve en el exterior, pero en el interior seguimos siendo todas iguales, comentó Eyra, mientras seguía hablando; El lobo no es malo, es diferente; diferente por fuera, pero por dentro siente exactamente igual a nosotras. Además, os puedo asegurar que si está aquí no es para capturarnos, sino para decirnos algo, comento Eyra esperando que el lobo mostrara su arrepentimiento.
-Estoy aquí para devolverle a mis tres amigas sus tarros con sus polvos mágicos que yo injustamente les robé, así que, aquí os lo dejo y me volveré a mi cueva solo, comentaba el lobo cabizbajo.
El lobo dejó los tarros en el suelo y se fue con la cabeza agachada.
-Espera lobo no te vayas, dijo en voz alta Eyra, mientras se dirigía al tarro con su nombre. En ese momento se metió dentro del tarro impregnándose de polvo mágico y dijo en voz alta: Con mi polvo mágico me convierto en una loba, para que veáis que seré diferente por fuera, pero sigo siendo la misma persona por dentro.
– ¿Qué has hecho?, salían muchas voces preguntando al mismo tiempo.
-Lo he hecho para que veáis que soy la misma persona. Soy Eyra, vuestra amiga de siempre. Aunque ahora sea una loba por fuera, por dentro sigo siendo la misma persona.
– ¿Pero ahora, ya nunca vas a poder ser una de nosotras?, dijo la más pequeña de las hadas.
-Estáis muy equivocadas, sigo siendo la misma, pero con el físico cambiado. Todo esto lo hago para haceros entender que el físico no lo es todo. Ya que hay que mirar los sentimientos. Nunca hay que despreciar a nadie por pensar o hacer algo diferente a lo que estamos acostumbrados a hacer. Por ello, espero que entendáis lo que he hecho y que nos aceptéis a los dos como uno más de vosotras, comentó Eyra esperanzada.
Todas las hadas de la colonia se quedaron sin decir ni una sola palabra. Pero por dentro yo sabía que habían entendido lo que acababa de suceder. De repente, una de ellas se acercó a nosotros y dijo en voz alta:
-Creo que hemos aprendido la lección. Todos somos iguales, sin distinción del origen, raza u opinión que tengamos y espero que de aquí en adelante no nos dejemos llevar por el miedo o la fealdad del físico, para así aprender a conocer mejor el interior de los corazones. Así que, a partir de hoy, estáis los dos aceptados dentro de esta colonia para siempre.
Firmado. Salvador Bermejo Vázquez, Clara Omenio Reinaldo, Clara Bermejo Omenio y Andrés Bermejo Omenio