Entrevista Juan Jesús Amo Ochoa

Juan Jesús

Conociéndote un poco mejor, ¿quién es Juan Jesús Amo Ochoa?

Esa es, seguramente, la pregunta más difícil de responder que se puede hacer a una persona. ¿Quién eres? Quizá sería mejor ¿quién te parece que eres? O, un poco más fácil ¿quién te gustaría ser?

Intentando responder, diría que soy un señor de 57 años; una persona sencilla, más bien retraída, que valora en mucho su tiempo (que, de alguna forma sabe cada vez más escaso) y se enfada inútilmente contra las mil trampas con las que el mundo intenta robarlo constantemente en la gran estafa que hay montada para que lo entregues ahora a tu empresa, a tu trabajo, al dinero, para disfrutarlo después, cuando te jubiles o mejor aún, en la vida futura de los bienaventurados.

Que tiene que trabajar (y lo hace) para ganarse la vida ya que nunca ha sido lo bastante valiente como para confiar en su talento y lanzarse a la vida sin paracaídas.

Que quiere (cuando sea mayor) ser artista, porque su cabeza pasa el rato inventando paisajes, historias, melodías y colores que intentan salir, que explotan a veces, con mayor o menor fortuna en dibujos, relatos, fotografías o canciones, que casi siempre he regalado a las personas que me caían bien.

Soy un lector adicto que sabe que nunca, nunca, nunca tendrá tiempo para leer todo lo bueno y maravilloso que hay escrito y que se escribirá. Un lector que un día decidió (hace mucho, mucho tiempo) que también podría ponerse a escribir para que otros pudiesen disfrutar de las historias que se montaba en la oscuridad de su propio cerebro.

¿Cómo se despertó en ti ese interés por la escritura?

Era pequeño. Muy pequeño. Me enseñaron a leer y leía todo lo que caía en mis manos. Por los cumpleaños o en Navidad ¿qué había que regalarme para acertar? Libros. Y yo leía, disfrutaba leyendo.

Enciende la luz, muchacho que te vas a quedar ciego. No te acerques tanto al libro que se te va a quedar la espalda torcida. Y un buen día pensé que podría escribir yo mismo esas historias en las que buceaba para seguir pasándomelo igual de bien. Tengo por ahí un librillo de relatos que escribí con nueve o diez años, que escribí, recuerdo perfectamente, después de leerme “Robinson Crusoe”. Y desde entonces, hasta hoy.

Mi abuelo me regaló una máquina de escribir (teclado inglés: tenía que añadir a mano las virgulillas de las Ñ, y los acentos, porque no los tenía) y me peleé con ella muchísimas veces, durante horas, con papel carbón haciendo copias y con correctores para eliminar errores. Todo porque sigo teniendo una letra infame.

Recuerdo escribir obras de teatro (o al menos una línea argumental sobre la que luego improvisábamos) que representábamos en el colegio. Lástima que como eso sucedió antes de la popularización de las cámaras de video y los teléfonos móviles, no queda constancia documental de aquellas representaciones que mi cabeza ve con toda claridad.

Recuerdo escribir largas cartas a mis amigos y a mis amigas que después se convirtieron en una especie de revista de cierta periodicidad hecha a base de fotocopias para que llegara a más gente y que luego (cuando alguien inventó por fin los ordenadores domésticos y los procesadores de textos) adquirieron un formato superchulo y pasaron al correo electrónico y al blog. Y así siguen.

Al parecer eres todo un cuentista. ¿Por qué este género y no otro?

En alguna ocasión he contestado a esa pregunta y la respuesta es sencilla: Escribo otras cosas a veces. También escribo versos (pero no creo que sea POESÍA. Soy super crítico conmigo mismo y consciente de que muy poca gente hace poesía buena. De la que hace sangrar).

Para mí la diferencia entre un cuento o una novela es simplemente cuantitativa: a veces la historia es corta y se resuelve sola en seguida: cuento corto. Otras veces se estira y se hace perezosa, dura más de lo que aparentaba al principio: cuento largo o novela corta. Otras veces, como me está pasando con “La Historia de Aengus” (un proyecto que estoy publicando en mi blog “El Manifiesto Gris”), ha crecido, pasa ya de las quinientas páginas de texto. Pero sigue siendo, para mí, un cuento. Largo. Pero cuento.

El cuento se adapta bien a mi forma de escribir: no soy constante. Escribo a saltos, en arrebatos. No escribo todos los días, sino cuando la cabeza explota y ya no hay más remedio que escribir y se dejan de lado obligaciones y responsabilidades hasta que el relato se termina.

El cuento como género me parece fascinante. Soy un gran fan de los cuentos clásicos, de esas historias que antes de Disney se consideraban apropiadas para niños y que se paseaban sin ningún pudor por el país del crimen, los monstruos más terroríficos y la más absoluta falta de moral (que no de moraleja).

Los cuentos que servían para avisar a los niños de que en el mundo hay, de verdad, monstruos. Pero que si eres listo y hábil (no necesariamente bueno) puedes salir con bien al enfrentarte a ellos. Esos cuentos. Los que -si habéis tenido suerte -os contaban vuestras abuelas antes de mandaros a la cama a mirar horrorizados la oscuridad con los ojos muy abiertos…

Son varios los cuentos que tienes publicados. ¿A qué público van dirigidas tus historias?

Me gustaría creer que mis cuentos van dirigidos a todos los públicos, en la certeza de que cada edad sabría disfrutar de su capa. No lee igual un niño que una persona mayor, que un adolescente. Cada uno encuentra su nivel de significado, sus referencias, su propia lectura. El cuento pretende hablar a cada uno de ellos en su idioma. Quiero creer que los míos pueden leerse así.

En general, entiendo que mis cuentos no van dirigidos específicamente a un público “infantil”. No creo en el “cuento infantil”, ni en sus temas socialmente aceptados y correctos, ni en su estilo simple, ni en la sobreprotección edulcorada que destilan hoy por hoy. Creo que no debemos subestimar a los niños, que son capaces de entender mucho más de lo que imaginamos, y que pueden afrontar y asimilar horrores que a los adultos nos destrozarían.

Por otro lado, creo también que los niños y las niñas no deben adentrarse solos en algunos libros (igual que no deben estar solos con un teléfono móvil, en internet o ante la televisión). Hay libros muy, muy peligrosos que pueden cambiarte la vida para siempre. Nuestros hijos, nuestra responsabilidad, exigen que estemos cerca, por si necesitan darnos la mano.

En esta ocasión hablaremos de “Cuentos masticables de todos los sabores”. Tengo entendido que es una recopilación de varios cuentos, ¿verdad? Cuéntanos un poco más sobre esto

Efectivamente, se trata de una recopilación de varios (no recuerdo ahora mismo el número) cuentos que he escrito a lo largo de varios años. Me embarqué en una pequeña labor de recopilación de cuentos que tenía escritos, dispersos por diversas carpetas y ordenadores, presentados a concursos algunos, premiados otros.

Me pareció oportuno colocarlos juntos, bajo la idea de una especie de menú de cuentos, agrupados por sabores, para que los lectores y las lectoras puedan disfrutarlos en función del momento, a pequeños bocados. Los lectores viciosos como yo, sabrán apreciar la posibilidad de un ratito de lectura, de una pequeña tapa, cuando no tienes tiempo (o no te apetece) darte un atracón con una trilogía de tropecientas páginas.

La idea me gusta y es posible que repita la idea para alguna recopilación futura ya que hay todavía mucho material en el lugar de donde provienen los que están en este libro.

¿Podríamos decir que son tus mejores cuentos? Algunos de ellos tienen incluso premios a sus espaldas. ¿A cuál de estos cuentos le tienes más cariño y por qué?

¿Mis mejores cuentos?

En cuanto a cuentos que han gustado lo bastante como para recibir premios, he incluido varios galardonados en certámenes nacionales e internacionales.

¿Son mis mejores cuentos?

No sabría decir. Llamadme inmodesto pero me gustan bastante mis cuentos en general y los de este libro en particular.

Todos ellos pasan el primer filtro (ya he dicho que soy supercrítico conmigo mismo) que es que me gusten.

El segundo filtro es que los vuelva a releer y me sigan gustando o no les encuentre errores evidentes.  En ese sentido, el libro incluye varios de mis mejores cuentos. Pero no todos, ya que hay otras recopilaciones de cuentos basados en el peculiar universo de uno de mis personajes favoritos (se llama Papá Conejo) que no están incluidos en esta recopilación, ya que tienen entidad propia y se han incluido en otros dos libros aparte y en una antología que recopila todos los escritos hasta 2020.

Ahora bien, dentro del libro, tengo especial cariño a varios.

Cito sus títulos, por si algún lector o lectora tiene curiosidad: Eibhlin, Una de las mil y una, El caso de la gran Muralla de Zaska, Los ecos del Señor Oscuro, Dreki y Ella, esperando.

Son cuentos que, en muchos sentidos son muy YO. Revelan mucho sobre mi forma de escribir y la manera que tengo de entender el mundo a través de la literatura.

¿Hay partes biográficas en tus historias? ¿En qué porcentaje?

La respuesta es doble: no hay partes biográficas en mis historias; y sin embargo sí.

Quiero decir que a través del proceso de aprendizaje que lleva desde los primeros balbuceos hasta la creación de un cuento que me gusta, aprendí que para que la historia esté viva, para que se mueva con voluntad propia, el escritor, la escritora, debe buscar la honestidad. Debe desnudarse sin vergüenza, sin pensar en el qué dirán.

Incluso cuando asumes la perspectiva de un personaje concreto que no tiene nada que ver con tu vida; cuando, como los actores, te dejas poseer por la creación y la acompañas, mero testigo de sus andanzas, no puedes mentir, ni andar con dobleces o disimulos.

En ese sentido las historias se convierten en biográficas, incluso aunque no tengan nada que ver con mi vida actual.

Realmente no sé explicarlo mejor. Todas las historias, de alguna forma, echan raíces en el humus oscuro de las vivencias, lecturas, experiencias, gustos, miedos, manías… de los que las han creado. Las buenas historias son siempre autobiográficas.

La mitología es clave en tus historias. ¿De dónde te viene ese interés?

Me gusta esa observación. Aunque esa relación que mencionáis con la mitología es más clara en otros de mis cuentos (especialmente en todas las historias del universo de Papá Conejo), sí que es cierto que nunca está muy lejos.

No sé muy bien porqué, aunque a veces me imagino que es porque, como he dicho en alguna ocasión, mis cuentos siempre tienen un elemento fantástico.

No me gusta mucho escribir sobre lo cotidiano y sobre lo sórdido. Si quiero deprimirme, abro la ventana y miro fuera.

Sí que me gusta, sin embargo, en mis historias, abrir la puerta a lo fantástico, al asombro, la maravilla e incluso el terror que se esconden en cada instante de nuestras vidas. Desde mi punto de vista, la posibilidad de morir (que es muy, muy real, aunque hagamos oídos sordos y cerremos los ojos constantemente ante la idea) mata automáticamente la idea del aburrimiento y la rutina. Cada segundo de nuestras vidas es precioso e irrepetible. El pavor, el asombro que genera esta idea en cada uno de nosotros es la base de la aparición de los dioses. Por eso es tan importante en mis historias. Me parece.

¿Qué haces cuando no estás escribiendo? ¿Qué otras aficiones tienes?

He dicho alguna vez que soy una persona que no se aburre. Si no escribo (que es la mayor parte del tiempo, ya he dicho que no soy constante), estoy leyendo, escuchando música, dibujando o pintando, aprendiendo a tocar mi bajo, jugando a componer canciones o tocándolas junto a mis compas músicos que lo hacen mucho mejor que yo. Como digo muchas veces, está claro que cuando sea mayor, quiero ser artista.

A veces, si puedo, viajo con mi pareja, haciendo fotos y rellenando a pluma diarios de viaje. Juego con mis perros. O simplemente me siento en un sillón y pienso. Cualquier cosa menos ver la televisión (aunque soy muy cinéfilo y, lo reconozco, alguna vez, antes de dormirnos, nos ponemos -sin prisa- algún capítulo de alguna serie o alguna película que nos apetezca ver).

Y luego, para ganarme la vida, pues trabajo como Orientador en un instituto de secundaria. Es un trabajo muy variado y muy divertido, siempre que la burocracia y el papeleo te dejan un poco de espacio para hacerlo. A estas alturas, aunque muchas veces me quejo, no soy capaz de imaginarme trabajando en otra cosa.

Por último, dinos donde podemos conseguir tu libro.

El libro se puede leer gratuitamente en Kindle Unlimited (si uno está suscrito) y se puede comprar (si a uno le gusta lo suficiente) tanto en formato e-book como en papel de verdad en la web de Amazon, buscando “Cuentos masticables de todos los sabores”.

El enlace es este:

https://www.amazon.es/Juan-Jes%C3%BAs-Amo-Ochoa/e/B093C8MWN6/ref=aufs_dp_fta_dsk

Si alguien, en un incomprensible ataque de curiosidad, quiere conocer más sobre mí, sobre mis trabajos, sobre mis obras, sobre mis dibujos, siempre puede visitar este otro enlace.

https://linktr.ee/juan_j_amo_ochoa

Cualquier comentario, mensaje, idea que me hagáis llegar recibirá respuesta. Muchas gracias por permitirme estar un ratito con vosotros y así llegar a gente que (por asombroso que pueda parecer) aún no me conoce. Un abrazo.

Entrevista realizada por Mirian Romero

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies